Pues ahí tenemos a media Pereira entre indignada y entretenida con el tal chupe, producto de la precaria cultura ciudadana tan ninguneada pero tan necesaria en una ciudad que cada día pierde su raigambre y la vitalidad de su historia cívica y solidaria.
La memoria más remota que tengo de la palabra chupe no es la de emborracharse oyendo música de carrilera. Ni bebiendo licor por causa de una amargura, o en razón de una victoria del Deportivo Pereira. Mucho menos invitando al chupe como eslogan de atracción turística.
No se sientan aludidos, pero, chupe significaba castigo, o lleven por pendejo.
Un trabajador social que compartió con los ñeros de la calle 15 me dice que, en ese alucinante mundillo de alucinógenos baratos, detrás del “edificio inteligente” de Une, reina la desinteligencia del chupe, inhalando pega todo el berraco día.
Hace 30 años, con gran despliegue mediático nacional e internacional, Carlos Alfonso Victoria se inventó el Festival del Despecho. Fue motivo para que miles de despechados y despechadas (hoy cabrían los despechades) de este mundo vinieran a Pereira a tomarse sus guaros, pero el tal chupe no estaba en el diccionario del vicio.
Más atrás en el tiempo, nuestra historia pereirana registra nada menos que al maestro Luis Carlos González con su inmarcesible poesía vernácula invitando al chupe cuando dijo en letras de molde: “Dios bendiga el aguardiente y el cariño pereirano”.
¿Quién ha visto al alcalde Maya en el chupe? Al contrario, se le conoce sobrio, trabajador, tercamente enfocado en cobrar impuestos y en sus quehaceres públicos y muy enamorado de su bella y gentil esposa.
Dudo mucho que Maya tenga un despecho que lo haya motivado a que la tradicional celebración aniversaria de Pereira sea conocida con el prosaico remoquete de “Las fiestas del chupe”, sin que se sepa aún quien fue “el genio” que le vendió el cuento al alcalde. Hay sospecha líquida, pero no hay prueba sólida.
Es probable que la idea sea de un asesor hincha de “Don Ebrio”, personaje de una emisora de música popular que rinde raquítico honor a su apodo, con un lenguaje ordinario y no pocas veces de mal gusto, solo comparado con el de la Cabal cuando habla de Duque.
Es improbable que la Industria Licorera de Caldas o la de Antioquia estén detrás de esta invitación al chupe, aunque deben estar bailando en una pata porque si la gente sale al chupe, harán su agosto en ventas y será el hígado el que chupe.
No creo tampoco que la invitación al chupe tenga chueca connotación erótica; o que se esté refiriendo al calculado optimismo electoral que hay en las huestes del senador Gallo quien, con más de 100 mil votos, políticamente puso a chupar gladiolo a sus adversarios.
En todo caso, y como respuesta a la reacción ciudadana, el alcalde Maya, quien ya advertía que esto iba a pasar, dice que la denominación festiva del chupe se refiere a que Pereira y la región tienen una acentuada cultura de música popular asociada a ese vocablo, lo cual es cierto, pero no justificable de cara a otras opciones más creativas, enaltecedoras y menos insulsas y fútiles.
En el fondo y detrás de lo realmente importante, no es la tal irritación pasajera por las fiestas del chupe, sino la forma como cierta parte de la ciudad mira para otro lado, aceptando, tolerando y callando ante otros hechos dignos de indignación que deberían sacudir la conciencia ciudadana, y por cuya causa seguimos chupando por pendejos.