La familia de migrantes vive un verdadero drama. La novela que rodea el asesinato de uno de sus integrantes apenas comienza

El pasado miércoles 20 de abril, el cuerpo de Gabriel Jesús Guanipa, un joven venezolano de 21 años de edad, fue hallado sin vida y con múltiples heridas de arma blanca en el caño del barrio Jaboque, en la localidad de Engativá.

El hombre habría desaparecido el pasado 18 de abril. Ese día llegó de trabajar y le dijo a su padre que saldría por unos minutos a hacer “diligencias”, pero nunca más regresó.

Fueron más de 70 horas de angustia para Rómulo Guanipa, el padre de la víctima, quien llegó a Colombia hace cuatro años en busca de un mejor futuro.

Hace dos años, Rómulo trajo a su hijo a Colombia para que trabajara y mejorará su calidad de vida. “Era un muchacho sano. Trabajaba desde las 8:00 de la mañana hasta que terminara la jornada”, relató del padre en una entrevista a un medio local.

Gabriel Jesús trabajaba en una empresa repartidora de agua. Sus familiares contaron que en ocasiones llegó a laborar hasta la 1:00 de la madrugada. “No tenía vicios. Le gustaba la música. Sabía tocar instrumentos”, agregó su progenitor.

Según el informe judicial, el joven tenía heridas de arma blanca detrás de la oreja, en el cuello, puntazos en el cráneo y laceraciones en el mentón.

Presuntamente, estudios preliminares de las autoridades señalan que la víctima tenía rastros de sustancias alucinógenas en su cuerpo.

CUERPO SIGUE EN COLOMBIA. La familia de Gabriel Jesús no ha podido repatriar el cuerpo y el cadáver continúa en medicina legal. El obstáculo se debe a que los familiares no han podido entregar los documentos que lo identifiquen.

Al parecer las huellas dactilares del joven no aparecen registradas en el servicio de identificación de ese país (SAIME), explicó el padre a través de audios telefónicos.

La familia es oriunda de Punto Fijo, una localidad ubicada al occidente del vecino país. Rómulo Guanipa continúa realizando los trámites para poder repatriar el cuerpo de su hijo.

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